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Onefootball·2 de abril de 2020

Superclásicos chilenos históricos (I): El gol de Rubio

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Son los dos equipos más populares de Chile, una estadística viva que se advierte en la calle, cualquier calle, y aunque la balanza de enfrentamientos se inclina con claridad para los albos, cada duelo entre ambos concita la expectación nacional y cada triunfo o derrota se intensifica respecto a lo que podría ocurrir frente a cualquier otro club. De eso se trata un clásico: la paridad resulta secundaria si una estocada es capaz de durar años.

Colo Colo y Universidad de Chile, Universidad de Chile y Colo Colo, una vez más frente a frente, pero esta vez en la cancha de los recuerdos, en juegos que no intentan en lo absoluto generar el manoseado recurso de los rankings, pero sí traer de regreso encuentros emotivos que parecían olvidados, aunque jamás lo estuvieron.


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El Cobreloa de José Sulantay se había proclamado campeón del torneo de 1992 unas semanas antes y el segundo cupo para la Copa Libertadores lo deberían disputar en una liguilla final Colo Colo, Universidad Católica, Universidad de Chile y Unión Española.

Nunca una liguilla causó tanto interés. Y no era para menos si la posibilidad de que el poderoso Colo Colo de esos años quedara al margen del máximo torneo continental apenas un año después de haberlo conquistado. Parecía un sin sentido para un equipo con nombres como los de Garrido, Pizarro, Borghi, Barticcioto y el Pájaro Rubio. A la posibilidad de que el Cacique quedara fuera se sumaba el apetito de un competitivo y vistoso conjunto cruzado, también a la aparición de la precoz y talentosa escuadra de Unión Española dirigida por Nelson Acosta y, principalmente, a la irrupción que después de años de sinsabores tenía la Universidad de Chile.

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Los azules con la llegada a la presidencia del polémico y locuaz René Orozco parecían haber vuelto a la arena competitiva luego de una década de frustraciones que incluso los llevó a un insólito descenso apenas cuatro años antes. El arribo de jugadores extranjeros  como Sergio Vargas, Rogelio Delgado, Gino Cofre y Ariel Beltramo, se sumaban a la experiencia del capitán Mariano Puyol y a los jóvenes Luis Musrri y Marcelo Jara. Así, entonces, para Colo Colo se trataba de la prolongación del estatus adquirido, mientras para la U era acaso el ansiado momento de cambiar de una vez por todas las malas por buenas.

El camino de ambos clubes resultó ser completamente distinto. Colo Colo cayó en el estreno frente a la prometedora Unión Española de José Luis Sierra y el Pony Ruiz, y luego dejó escapar un dos a cero a favor ante los cruzados para conformarse finalmente con el empate. Universidad de Chile, por su parte, derrotó por tres goles a uno a Universidad Católica, y luego igualó sin goles ante los hispanos. La última fecha enfrentaría a albos y azules cara a cara. La efervescencia estaba garantizada.

Las matemáticas eran claras, Colo Colo debía golear a Universidad de Chile si quería tener chances, y al mismo tiempo esperar que desde el estadio Monumental llegaran buenas noticias, o sea, que triunfara Universidad Católica para así instar a un juego de desempate con los cruzados. Para Universidad de Chile la ecuación era un poco más sencilla: ganando se aseguraba al menos un juego de desempate con Unión Española, y en caso de cualquier traspié del conjunto de colonia jugar la Copa sería una realidad. Claro, si ganaban.

En Universidad de Chile había optimismo. Solo unos meses antes, en esa misma cancha, se habían llevado un sonado triunfo ante su clásico rival por dos goles a cero. Incluso Sergio Vargas, de aquel momento Superman, le contuvo penal y rebote de rabona a Claudio Borghi. Colo Colo, por su parte, acostumbrado a jugar instancias definitivas, creían en su oficio y llamaban a sus hinchas a copar el estadio. “Será una fiesta”, prometían. Lo cierto es que la gente no necesitaba de versos ni de arengas para asistir, ya que a cada juego previo habían llegado multitudes. Era otro fútbol. Los hinchas chilenos no tenían paja de ir al estadio, ni miedo aunque quedaran cagadas. Tampoco compartían sentimientos con el Real Madrid o el Barcelona. Para que el lector tenga claridad de la magnitud, a los juegos de Colo Colo con Unión llegaron 40 mil y ante Católica 55 mil. Los hinchas azules no se quedaron atrás, todo lo contrario, ante los cruzados llegaron 57 mil y ante la Unión 60 mil. ¿Qué podíamos esperar para el clásico? Exacto, lleno total.

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Se contabilizaron 72 mil, pero habían más, muchos más. No se podía caminar por las escaleras, ir al baño parecía manda y cada codo de la cancha era un pulmón. Cuando salió el árbitro Hernán Silva hubo un colapso de silbidos y puteadas. Ese estadio tenía vida propia. Y el juego lo mismo. Hubo de todo: momentos eléctricos, momentos chatos, jugadas polémicas (un penal clarísimo del Chano Garrido que no fue cobrado y otro igual de claro de Rogelio Delgado que tampoco fue cobrado), patadas varias, llegadas a uno y otro lado, y cantos, muchos cantos. Era una fiesta de torsos desnudos, agitando camisetas durante una tarde de enero del 93.

A la misma hora y con 18 mil almas en las tribunas, Universidad Católica y Unión Española jugaban su partido aparte. Pero tan decisivo que la consulta permanente a quien tuviera una radio a pilas era sobre el resultado en el Monumental. Y fue así como a los 70 minutos se escuchó el rumor del gol de Rodrigo Barrera. 1-0 Católica. Aquello le brindaba opciones a Colo Colo y la mitad del estadio lo gritó como un gol. Increíblemente, la otra mitad del estadio también lo gritó, y cómo no hacerlo si con ello el simple empate los depositaría en la Copa.

En adelante el juego se volvió todavía más áspero e intenso, y el Coke Contreras de penal sentenciaba la suerte del juego paralelo con el dos a cero a diez minutos del final. Fue después de aquello que primó la jerarquía. El elenco de Arturo Salah retrocedió más de la cuenta cuidando el resultado y confiando de sobremanera en la espectacular actuación del Superman que tapaba hasta el viento; mientras los de Jozic quemaron naves por el honor, buscando por todos lados.

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Hasta que en el minuto 88, cayó llovido un centro por el costado andes del arco norte del Nacional, Garrido apuró de primera y en área chica apareció el pájaro Rubio quien de cabeza fue más rápido que el viento, superó a superman y abrió el marcador. Fue un festejo desatado y atronador.

Pero solo duraría unos minutos hasta que sonó el pitazo final. El triunfo no le alcanzó a Colo Colo para volver a la Libertadores, sin embargo, sí le alcanzó para dejar una estocada tan fuerte a su rival de la que no se pudo recuperar. Universidad de Chile, malherido emocionalmente, debió jugar un partido de desempate ante Católica. Caería por los goles de Almada, pero, principalmente, por el gol de Rubio. #BB


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