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Manuel Domínguez·20 de enero de 2020
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Manuel Domínguez·20 de enero de 2020
El central colombiano fue, junto a Rafinha y Rubén Blanco, lo único positivo de un Celta que sacó de Bilbao mucho más de lo que se hubiese merecido.
Ganó un punto el Celta en San Mamés por encima de perder dos. A pesar de que el cuadro gallego vio como los locales le empataban en el marcador a 20′ del final, la realidad es que el equipo de Óscar fue muy inferior al rival y vivió a partir de las intervenciones de su guardameta, las acciones de Murillo y la inspiración de Rafinha en campo contrario.
El Celta volvió a ser un drama en cada acción ofensiva del equipo rival. Los centros laterales de Ibai, las internadas de Yuri, el empuje de Capa o la presencia de Raúl García. Todas y cada una de las acciones ofensivas del Athletic de Bilbao, sus puntos fuertes, parecían superar al Celta desde el minuto 1 hasta el 90 y llevaban cierto dramatismo a una hinchada que lleva muchas temporadas rezando por cierta seguridad defensiva.
Jason Murillo jugó al límite y salvó a los de Óscar de haber perdido el encuentro. Sin embargo, la sensación que dejó lo ocurrido en San Mamés es la de una moneda al aire que constantemente salió cara, algo que no parece sostenible a medio y largo plazo en un Celta que sí parece condenado a pelear, otro año más, por no perder la categoría.