✍️Empatía hacia el ERTE | OneFootball

Es una situación sin igual, y por ende hay que mantener la mente abierta.

Como es de costumbre, los titulares los acaparan Barça, Madrid, Messi y cómo los grandes siguen reaccionando a la crisis que ha provocado la COVID-19. Pero río abajo hay muchos equipos cuya existencia depende enteramente de seguir jugando.

Lo adelantaban desde el norte de los Alpes, en Alemania. El presidente de la Liga de Fútbol Alemana encendía una alarma que pocos se han atrevido a tocar en España: La supervivencia de los clubes más modestos. Seifert, en su alocución por las medidas contra el virus, aprovechó para tocar el álgido tema salarial, de ingresos y los prospectos económicos de los clubes.

El panorama es de terror.

La Bundesliga y LaLiga, exceptuando Bayern, Barça y Madrid, tienen dinámicas de ingresos relativamente similares. Y en dicha dinámica, la boletería es importante, tanto como la venta de parafernalia del club y los derechos televisivos. Allí está la gran diferencia entre grandes y chicos: El flujo de caja.

Mientras los más poderosos tienen, afortunadamente, ahorros para sortear la crisis, los chicos viven del día a día, muchas veces utilizando los ingresos de boletería como literalmente su dinero en líquido para cubrir gastos.

¿Cómo se le puede pedir a un equipo modesto que no use todas las herramientas y ayudas económicas a su disposición? Por qué ha de ser problemático que en las filas de los menos ostentosos de Primera y en Segunda, los clubes deban acomodarse a los salarios de sus jugadores? A causa mayor es que no han podido garantizar sus obligaciones, no por negligencia o mal manejo.

En un momento de enorme tensión, es normal que todos peleen por el pan de cada día. Pero lo que el aficionado, relativamente abstraído y no afectado por los problemas internos que esto conlleva en cada club, debe prevalecer la sostenibilidad, no otra cosa.

Por el simple hecho que se trata de preservar puestos de trabajo. No debería haber necesidad de una segunda causa.

Si esto fuera un banco en vez de un club de fútbol, nadie aceptaría que los mejores pagados se quejasen. La premisa se mantiene, cambian son los trajes por uniformes.